-
El colectivo de trabajadoras del hogar y cuidados llevan once años esperando a que el Gobierno cumpla con su promesa de ratificar el convenio 189 de la OIT, que garantiza entre otras cosas su derecho al paro.
-
Con motivo del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, 30 de marzo, miles de activistas se han movilizado en diferentes puntos del Estado.
Fuente: Público
Es miércoles por la tarde y Amalia Richards va directa del trabajo al local de Senda de Cuidados en el corazón de Madrid. Amalia, como la mayoría de mujeres que se reúnen allí, trabaja como cuidadora y dedica su tiempo libre a trabajar por los derechos de las empleadas de hogar. Hoy toca asesoría jurídica y la entrada del local se ha convertido en un encuentro informal de mujeres migrantes que acuden a denunciar los abusos a los que se ven sometidas en sus lugares de trabajo: despidos improcedentes, acoso, ausencia de contratos, jornadas interminables…
“Yo he venido a denunciar a mi jefa”, dice una de las trabajadoras que acaba de llegar mientras rellena su ficha para entregar al abogado. “En mi trabajo hay cinco o seis mujeres sin papeles y sin contrato. Muchas tienen miedo”. Altagracia Valdez, que escucha atenta su historia, sonríe: “Cariño, hay que quitarse la venda. Si habéis cruzado el charco solas, ¿cómo vais a tener miedo?”.
Senda de Cuidados es un colectivo que ofrece apoyo a aquellas personas que los necesiten a la vez que se garantizan unas condiciones de trabajo donde los derechos de las cuidadoras estén en el centro. Por eso, también cuentan con acompañamiento, asesoramiento jurídico y formación de las trabajadoras de hogar. “Nuestra misión es garantizar unos cuidados dignos, cálidos, cercanos y solidarios”, reivindican. Para Altagracia, esto se resume con un sencillo ejemplo: “Si voy yo sola a negociar con mi empleador me van a pagar 600 euros al mes. Y si se pueden ahorrar la seguridad social, mucho mejor”, explica con indignación. “Pero eso va en contra de nuestro futuro y por eso nos organizamos”, añade.
“Mi vida era solo trabajar”
Existen miles de razones para cruzar el charco. La de Richards fue cumplir su sueño de ser modista: “Yo vivía en Guayaquil [Ecuador] y vine a España hace más de 20 años con la idea de ahorrar para comprarme máquinas de coser y seguir trabajando en mi país”. El primer trabajo que encontró fue como interna con una familia. “Cuando iba al parque con la niña me encontraba con otras internas que me hablaron de los días festivos que yo ni sabía que tenía. Ahí comprendí la importancia de las redes entre mujeres”.
“Cuando iba al parque con la niña, otras internas me hablaron de los días festivos que yo ni sabía que tenía. Comprendí la importancia de las redes entre mujeres”
Richards jamás se habría definido a sí misma como una mujer tímida, pero reconoce que el trabajo de interna cambió su forma de relacionarse. “Nunca pensaba en tomarme un café o salir con mis amigas. Mi vida era solo trabajar”, cuenta. Pero esto cambió cuando conoció a otras mujeres en su situación en Territorio Doméstico, un colectivo que lucha por visibilizar y dignificar el empleo de hogar y cuidados, en la que lleva militando desde su fundación en 2006. Ahora Richards no se pierde una manifestación y luce orgullosa las pelucas de colores que llevan a las protestas, como estrategia para evitar ser reconocidas por sus jefes.
Asesoría jurídica
Guillem M. es el responsable de la asesoría jurídica de la organización. Los casos que le llegan cada semana son muy variados: “Vienen mujeres migrantes de todas las edades y generalmente por casos de despidos. Gracias a los vínculos informales y las redes de apoyo se enteran de que otras mujeres han denunciado casos similares y han terminado ganando juicios y por eso se animan a intentarlo”, asevera.
Para Guillem, los casos más desgarradores son los de las mujeres que trabajan como internas: “Me llegan muchas mujeres con jornadas de 80 o 100 horas semanales y con prohibición de salir de casa hasta durante seis meses. En algunos casos sus sueldos no llegan a los 250 euros mensuales”. Cerca del 50 por ciento de los casos que atiende son de trabajadoras sin contrato, por lo que demostrar los horarios y la relación laboral es un reto: “Intentamos apelar al sentido común. Si una trabajadora está cuidando diariamente a una persona totalmente dependiente significa que su horario es todo el día”.
“Me llegan internas con jornadas de 80 o 100 horas semanales y cuyos sueldos, en algunos casos, no llegan a los 250 euros mensuales”
Para este jurista los cambios necesarios en el sector son urgentes y muchos ya llegan tarde: “Hace falta profesionalizar su trabajo para equiparlo al resto, prevención en riesgos laborales, derecho a paro, un fondo de garantía salarial… en definitiva que se las entienda como trabajadoras al mismo nivel que al resto”. De ahí la importancia de que el Gobierno actúe: “En el empleo del hogar siempre hay abusos y el Estado los está consistiendo. A nivel laboral, no creo que haya nada más urgente que mejorar sus condiciones”, subraya.
Igualmente, insiste en la necesidad de regularizar a las mujeres que ejercen de cuidadoras en España y anima a apoyar la campaña Esenciales*, que tiene como objetivo reunir más de 500.000 firmas para llevar hasta el Congreso una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que permita una regularización extraordinaria de personas sin papeles en España. “No es justo que quienes trabajan para alguien que lo necesita sufra estos abusos por estar en situación irregular. Esto hace que la mayoría terminen de internas para evitar la deportación o ser encerradas en un CIE”, concluye.
Once años de promesas inclumplidas
El primer paso para que los cambios necesarios en el sector se lleven a cabo es que España ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este convenio vendría a garantizar el derecho a paro y proporcionaría una protección específica para las trabajadoras de acuerdo con los estándares internacionales. Esta reivindicación histórica, que llevan esperando que se cumpla 11 años, ya es una realidad en 35 países.
El Convenio 189 de la OIT garantizaría su derecho a paro y protección específica para las trabajadoras de acuerdo con los estándares internacionales.
Por eso, con motivo del 30 de marzo, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, miles de activistas organizaron una sentada estatal en diferentes puntos del país el 27 de marzo. En Madrid, la cita fue frente al Jardín Botánico. “Querían brazos pero llegamos personas” era uno de sus lemas. Con sus ya famosas pelucas de colores, delantales a modo de pancartas y escobilla en mano, bailaron y cantaron al ritmo del disco de Territorio Doméstico, con sus versiones de canciones populares: “El trabajo que tengo es particular, cuidas de todo el mundo y te pagan fatal…”. Asimismo, anunciaron que enviarán una carta a Pedro Sánchez y al Ministerio de Trabajo pidiendo una mejora urgente de las condiciones laborales y el cumplimiento de la promesa de ratificación del convenio 189. También improvisaron una pasarela de modelos. “Esta no es la de Cibeles ni la de Milán, esta es la pasarela de precariedad”. Las modelos eran las propias trabajadoras que desfilaban mientras denunciaban situaciones reales de abuso laboral.
Carolina Elías, presidenta de Servicio Doméstico Activo (SEDOAC) también acudió al evento con sus compañeras de la organización. “Entiendo las dificultades que tiene el Gobierno ahora mismo pero, como le dije en su día al ministro Escrivá, si seguimos así, nunca va a ser el momento oportuno”. Para Elías, la sentencia Europea que concluye que España discrimina a las trabajadoras del hogar por negarles su derecho a paro es la muestra de que “ya no hay excusa”. Además, esta activista salvadoreña lamenta que el Centro de Empoderamiento de las Trabajadoras de Hogar y los Cuidados (CETHYC) ya no pueda dar la atención individualizada que dió hasta 2020. “Nos quitaron una pequeña subvención que teníamos y ya no podemos contratar a nadie. Es muy frustrante porque la necesidad es muy grande”.
“Hemos dado pasos de gigante y los pocos derechos que tenemos los hemos conseguido luchando”
A pesar de las dificultades, en la concentración se percibe optimismo. “Hemos dado pasos de gigante y los pocos derechos que tenemos los hemos conseguido luchando”, recuerdan por el megáfono. Poner los cuidados en la agenda feminista, conseguir una prestación para empleadas de hogar en el confinamiento, reunirse con decenas de ministerios y grupos parlamentarios y crear un fuerte tejido asociativo que no deja de expandirse por todo el Estado son algunos de sus últimos logros.
En el local de Senda de Cuidados no dejan de entrar y salir mujeres que se acercan a escuchar a Richards contar su historia. Pepa Torres, otra militante, dice: “Es importante mostrar que cuando una mujer migra, el que pierde es el país que deja, porque son mujeres valientes, mujeres con un proyecto”. Y eso demuestra la historia de Richards: cómo las mujeres se mueven para cumplir sus sueños mientras las cargas de cuidados las alejan poco a poco de ellos.
“Ya no hay excusa”: Clamor de las trabajadoras del hogar por sus derechos laborales