Son los mismos pero son otros. Los que recibían nuestros aplausos durante el confinamiento, los que batallaron casi sin armas al comienzo de la pandemia, los que nos recordaron que el coronavirus no iba a respetar nuestros deseos de volver a la normalidad que conocíamos, que no había que bajar la guardia…
Fuente: El Diario.es La voz de los sanitarios que ya no pueden más
Dos años de emergencia sanitaria a las espaldas y muchos más de precarización y desinversión en el sistema han dejado a los trabajadores sanitarios “agotados”, “tristes”, “enfadados”. Son los que han pasado de batirse con la enfermedad a hacerlo con la burocracia y la desilusión frente a la profesión que aman. Aquí nos lo cuentan con sus palabras y en primera persona.
Juanma Morales, médico de familia (Granada)
“Hace tres años que trabajo como médico de familia. Ahora ejerzo en un centro de salud, en Granada. He parado unos minutos en mi guardia de 24 horas para hablar de lo que nos está ocurriendo a los trabajadores y trabajadoras de la sanidad pública, dos años después de la primera ola. La sexta está siendo especialmente difícil. Entre mis compañeros hay bajas por depresión y ansiedad, algunos toman ansiolíticos y antidepresivos para seguir trabajando. La gente acude al centro con su legítimo enfado por la dificultad para obtener una cita médica y el retraso acumulado, y nosotros nos llevamos sus enfados y los conflictos. No hay día que no haya uno.
Por cierto, me llamo Juan Manuel, Juanma Morales y elegí la medicina de familia porque me gusta el contacto directo con el paciente. Antes de la pandemia el sistema y la atención primaria especialmente ya estaban tocados: contratos de un mes, o como mucho trimestrales, encadenados durante varios años seguidos. Pienso en las generaciones de trabajadores de la salud pública que nos precedieron y les veo ilusionados en lo que hacían, creían en esa utopía. Hoy estamos agotados. Todos. Los que están a punto de jubilarse y los más jóvenes.
No somos héroes, pero merecemos respeto. No necesito aplausos, necesito un salario y, sobre todo, unas condiciones dignas, con tiempo para dedicar a los pacientes más frágiles
En Andalucía amortizan jubilaciones. Llevan años gestionando la miseria para dejar las plantillas al mínimo posible. La gente se marcha de sus puestos de trabajo por estrés, ansiedad, depresión o en busca de mejores condiciones. Despidieron a miles de personas que habían contratado para ayudar en las primeras olas y se fueron a otras comunidades donde les ofrecían contratos por tres o seis meses, como el País Vasco. No tienen justificación para seguir contratando mes a mes. Hacemos nuestro trabajo y no nos lo agradece ni la institución ni la gente. Aunque la mayoría de los pacientes nos apoyan, basta con que haya dos que muestren su hartazgo para que nos duela.
No somos héroes, pero merecemos respeto. No necesito aplausos, necesito un salario y, sobre todo, unas condiciones dignas, con tiempo para dedicar a los pacientes más frágiles. Ahora mismo estamos desbordados, agobiados, tristes y enfadados. Nos resignamos porque nadie hace nada para que podamos atender en condiciones. Me dedico a la burocracia, no a atender pacientes. Es muy frustrante para nosotros no poder dedicarles el tiempo suficiente a los pacientes que más lo necesitan mientras nos abruman con trabajo burocrático, como la gestión de las bajas laborales”.
“Es que ahora solo vemos papeles… El trabajo que hacemos no lo vemos útil ni importante y nos impide ver a pacientes que lo necesitan. Me entristece mucho que, además, nos insulten por no dar una atención como se merecen. Porque es lo que queremos hacer: tratar a los pacientes. Y necesitamos a la gente para que todo cambie. Es verdad que aquí, en Vallecas, hay un movimiento vecinal fuerte que nos apoya. Pero mi consulta está al lado de administración y hay gritos todas las tardes contra quienes están al otro lado del mostrador. Que no tienen la culpa. Es una guerra diaria y eso desanima mucho. Llevamos seis olas y todavía hay quien piensa que no hacemos nada.
Berta Herranz, médica en atención primaria (Madrid)
“Es que ahora solo vemos papeles… El trabajo que hacemos no lo vemos útil ni importante y nos impide ver a pacientes que lo necesitan. Me entristece mucho que, además, nos insulten por no dar una atención como se merecen. Porque es lo que queremos hacer: tratar a los pacientes. Y necesitamos a la gente para que todo cambie. Es verdad que aquí, en Vallecas, hay un movimiento vecinal fuerte que nos apoya. Pero mi consulta está al lado de administración y hay gritos todas las tardes contra quienes están al otro lado del mostrador. Que no tienen la culpa. Es una guerra diaria y eso desanima mucho. Llevamos seis olas y todavía hay quien piensa que no hacemos nada.